miércoles, 11 de enero de 2012

El pájaro en la ventana

El pájaro se posa en el alféizar y no tarda en picotear el cristal. Betulia no recuerda una sola mañana de su vida sin aquel emplumado visitante. Día tras día, mes tras mes, año tras año, él, insistente, se empeña en horadar el vidrio, micra a micra. Betulia lo observa con atención, el tiempo no parece afectarle igual que al resto de seres vivos. Lo conoció de ese tamaño, con esa forma y ese color, siempre el mismo, sin cambios. Es su pájaro, su compañero, su esperanza. Se alegra de que no haya faltado a la cita ese amanecer. Betulia es ya muy vieja. Está enferma. Se muere. La vida se le escapa por momentos, lo nota, aunque se resiste a partir. El pájaro golpea hoy con más fuerza, Betulia respira cada vez con más dificultad. Por fin, el pico anaranjado atraviesa el cristal. Todo se detiene alrededor de Betulia, desde el reloj de pared hasta la más pequeña partícula de polvo, desde el crujir leve de las maderas hasta el estruendo del agua del río que corre junto a la casa. El pájaro, como una caricia, pasa por el diminuto agujero y vuela con dulzura, despacio, por la estancia. Betulia ya no respira. El pájaro se posa sobre su pecho. Se miran, sonrientes, y desaparecen fundidos en un soplo de brisa fresca.
Aura Tazón Cubillas.

1 comentario:

Maria Iholanda rondon dijo...

Que bella historia, esperanzadora en su sencillez
Es como si el pájaro fuera la propia vida o el alma...
Si te gusta la fantasía aquí te dejo algo para compartir
http://mariaiholandarondon.blogspot.com