¿Quién dijo que la picaresca había muerto? La tenemos a la orden del día, forma parte, según vemos cada mañana, de nuestra idiosincrasia nacional, y el escritor Miguel Baquero, un fenómeno del humor bien hecho, lo saca a relucir en su libro "Vida de Martín Pijo", publicado por ACVF Editorial.
Se trata de un moderno Lázaro de Tormes, aunque el autor, en lugar de presentarnos a un desgraciado de humilde cuna que trata de sobrevivir como puede, toma como protagonista a un niño bien, hijo de un gobernador corrupto de la época franquista, que comete la torpeza de creerse los valores morales que se le inculcan y, además de quedar en la ruina, le dan tortazos por todas partes. Claro está, en su descargo hay que decir que vivió dieciséis años engañado, porque era un zoquete de tomo y lomo, pero su papá el gobernador hacía generosas donaciones al colegio para que los profesores alabasen en todo momento al chico.
El pobre badulaque de postín empieza su auténtica historia cuando, por desavenencias ideológicas insalvables, el abuelo (añorante del Caudillo) le hizo al chaquetero padre "una observación incisiva" con un sable, para, acto seguido, convertirse en antepasado de Martín Pijo con la ayuda de una vieja Luger alemana. A partir de este momento, él se enfrenta a la vida tratando de aplicar las virtudes teologales y las que manda el catecismo, amén de los principios de la más honorable caballería.