viernes, 16 de julio de 2010

La batalla de los libros


Sábado 17 de julio de 2010. Siete y media de la tarde. Todo estaba preparado para el curso de verano, ¡por fin! El lunes iba a empezar, en Laredo, el seminario sobre Literatura en las aulas, que yo tenía el honor de dirigir. Una idea genial, de esas que nacen en las noches de insomnio, en las salas de espera, en las sobremesas familiares; reuniría a educadores, editores y escritores, para discutir qué diablos se está haciendo con el placer de leer.
            Les decía que ya respiraba tranquila, pues lo tenía todo bajo control. Podía permitirme el lujo de comprar un buen libro y zanganear el domingo. Acababa de terminar La mujer de piedra, de Tariq Ali (ed. Alianza), y andaba desazonada por falta de lectura, así que entré en una librería de aspecto añejo, polvo, telarañas y estantes de madera oscura con carcoma. Me vino a la mente la del señor Koreander, que describe Michael Ende en La historia interminable.
            Su escaparate, sorprendente, estaba desnudo de Danesbrownes, Larssones y demás fenómenos mediáticos. Las obras expuestas en la vitrina no eran superventas, como Las damas de Grace Adieu, de Susanna Clarke (ed. Salamandra) o Las salvajes muchachas del Partido, de Lázaro Covadlo (ed. Candaya). De entre los autores más conocidos, destacaba la novela Siete casas en Francia, de Bernardo Atxaga (ed. Alfaguara), escritor que, por cierto, iba a poner el broche al curso sobre literatura en las aulas el día 23 de julio. En cuanto a la parcela infantil, me ilusionó verla encabezada por mi novela Los gamopelúsidas (ed. Bambú), uno de los White Ravens 2010.
«Tendré que traer a esta gente algunos ejemplares de El cartógrafo de la reina», pensé mientras entraba, pues ese es el título de la novela histórica y de aventuras sobre Juan de la Cosa con que se ha estrenado Kattigara, mi editorial. La librera, señora de rostro apergaminado y piel de página antigua, salió a atenderme. ¡En mala hora le pedí que me dejara curiosear! «Está bien», dijo, «pero cerramos a las ocho en punto».
            Me sumergí en aquel mundo increíble, esa librería con fondo bibliográfico y no sólo dedicada a las novedades. El espacio en ella se multiplicaba por encanto. Así, las baldas de Fernando Lalana atesoraban obras veteranas, como Morirás en Chafarinas (ed. SM) junto a publicaciones de este mismo año, como El último muerto (ed. Bambú). El jueves 22 le vería en el curso de verano; habría de buscar un hueco para enseñarle esa curiosa librería.
            No me percaté de que llegaba la hora de cierre hasta que las luces se apagaron. La vieja librera me había dejado encerrada en aquel lugar oscuro, poblado por libros silenciosos. Quise llamar con el móvil, pero no había cobertura. Rebusqué a tientas en mi bolso y saqué una linterna de juguete de mi hijo; me acerqué a la oficina, pero no había teléfono; deambulé entre las estanterías en busca de otra salida, o de una ventana, un patio, un triste agujero por el que hacerme oír. Todo en vano. Agobiada, me acurruqué en un rincón y terminé por adormecerme.  
* * *
            Debía pasar de medianoche cuando un murmullo de vocecitas chillonas me despertó. Provenía del estante a cuyos pies me encontraba; sus libros protestaban por lo que consideraban un trato injusto. Iluminé los títulos con la luz de juguete y sonreí, maliciosa; en lo más profundo de aquella librería, donde casi ningún cliente busca, estaban las obras que, en las demás, cubren los escaparates, los sitios preferentes, los paneles y la vista. Esos libros, que se quejaban por lo infame de su ubicación, eran los productos mercantiles de subliteratura. En este caso, de la categoría infantil y juvenil, de ahí lo agudo de sus voces.
            Les dí la espalda con desplante torero, pero varias docenas de Geronimostiltons me saltaron encima, ofendidísimos. ¿Quién era yo para despreciarlos a ellos, las joyas de la lectura fácil y “guay”? Pedí auxilio, ahogada entre las páginas de vocabulario simplón salpicado de dibujitos coloristas, burda sustitución de los sustantivos. Por fortuna, Las aventuras de Vania el forzudo, de Otfried Preussler (ed. SM), acudió en mi ayuda. Vania acometió a los planos ratones con su lanza dura y pulverizó todos los dibujitos del texto, de modo que su contenido se tornó ininteligible, porque sin dibujitos la mitad de su mensaje eran tristes puntos suspensivos.
            Los Geronimostiltons se dispersaron, entre los vítores de los clásicos, a quienes, no obstante su calidad, varias baldas de encuadernaciones primorosas les recriminaron su actitud. Eran los libros pedagógicos, esos en que lo importante no es la Literatura, sino que los niños aprendan algo. Las obras de Verne, Swift, Stevenson, Salgari y compañía se sublevaron contra los lindos defensores del didacticismo en las letras infantiles porque, ¿desde cuándo el patito feo hacía cua-cue-cui-cuo-cu? «Leyendo se aprende», argumentaron los pedagógicos, a lo cual los otros contestaron que «el saber no ocupa lugar, pero la estupidez sí».
La cosa se ponía tensa, así que La cebra Camila, de Marisa Núñez y Óscar Villán (ed. Kalandraka) exhibió a los contendientes sus heterodoxas rayas. Sus gracias parecieron serenar los ánimos, pero un nuevo ataque reavivó las brasas. «L@s únic@s que valemos somos l@s que enseñamos igualdad», dijo una monada de lomo rosa, apoyada por un nutrido grupo de libros políticamente correctos. Les parecía espantoso que l@s niñ@s leyeran cuentos como Caperucita Roja o Blancanieves, tan sexistas. Las obras completas de los hermanos Grimm pusieron el grito en el cielo. «¡Almas de cántaro!», exclamaron, «¡si os escuchasen, tendrían que hacer una hoguera con la mayor parte de la literatura universal!». Les gustó la idea y exigieron un aquelarre de proporciones bíblicas, del que no escaparía ni el mismísimo Libro Sagrado.
Una deliciosa obrita, ideal para leer en familia, se hartó de tanto alboroto. La famosa invasión de Sicilia por los osos, de Dino Buzzati (ed. Gadir) se abrió; una legión de honorables plantígrados escapó de entre sus páginas y acalló las estanterías con eficacia. Así, el resto de mi encierro lo pasé tranquila, hibernando entre los osos de Sicilia.
La mañana del lunes 19 de julio, por fin libre, monté en mi coche y puse rumbo a Laredo, pecando de exceso de velocidad. Llegué justo a tiempo para la inauguración del curso, aunque desgreñada, sucia, hambrienta y con ojos de loca. ¡Menudo aspecto, para una directora! Me disculpé ante los demás ponentes del curso y les conté mi aventura, pero no me creyeron. El catedrático Fernando Abascal y Jesús Gutiérrez Barriuso, Director General de Personal Docente, me aplaudieron la imaginativa historia; a la profesora Elvira Brualla le gustó para sus clases y Noemí Mercadé, la directora editorial de Casals, Bambú y Combel, pensó que pretendía encasquetarle un original y se apresuró a indicarme que primero debía ser evaluado. La doctora Elena Echevarría, por su parte, me pidió que diera una charla sobre el asunto en la Facultad de Educación; el cuentacuentos Alberto Sebastián se rió y, con sorna, aseguró que a él le pasaban cosas similares a menudo; el profesor Carlos Ealo me sugirió visitar a un psicoanalista y, en cuanto a Fernando Lalana y Bernardo Atxaga, se limitaron a darme una palmadita en el hombro, como diciendo: «Qué pena de chica, tan joven y ya chiflada de tanto leer».

lunes, 12 de julio de 2010

Curso de verano UC: LITERATURA EN LAS AULAS

Aún quedan plazas para inscribirse en el curso de verano de la Universidad de Cantabria LITERATURA EN LAS AULAS: EL FOMENTO DE LA LECTURA Y DE LA CREATIVIDAD LITERARIA EN NIÑOS Y JÓVENES. Tendrá lugar en Laredo, entre los días 19 y 23 de julio (horario de mañana). 

Directora: Aura Tazón (escritora y editora).
Profesores: 
  • Bernardo Atxaga (escritor).
  • Fernando Lalana (escritor).
  • Carlos Ealo (Profesor del IES José del Campo).
  • Alberto Sebastián (narrador oral).
  • Elena Echevarría Arce (Profesora Titular de Educación en la UC).
  • Noemí Mercadé (Directora Editorial de las editoriales Casals, Bambú y Combel).
  • Elvira Brualla (Profesora del IES Valle de Camargo).
  • Fernando Abascal (Catedrático del IES Bezana).
  • Jesús Gutiérrez Barriuso (Director general de Personal Docente de la Consejería de Educación del Gobierno de Cantabria).
  • Aura Tazón (escritora y editora - Editorial Kattigara - ).
Para más información y descarga del programa, pinchar aquí.

martes, 6 de julio de 2010

Entrevista de los alumnos de 5º CEIP CAMPIJO (Castro Urdiales)

En abril tuve un encuentro con la chavalería del CEIP Campijo, que han publicado una pequeña entrevista en la revista de su colegio. Aquí dejo el enlace. Está en la página 11. Un saludo a todos y buen verano.