No voy a ser tan pretenciosa como esos críticos y medios que "deciden" cuáles son los mejores libros del año, así, en términos absolutos. Es imposible hacer algo semejante, porque es tantísimo lo que se publica, que no ha nacido aún el cerebro mastodóntico capaz de leerlos todos (y con provecho), para dar una opinión seria y documentada. Así pues, voy a optar por algo que sí está a mi alcance: reseñar, de los libros que he leído en 2012 (ojo, no necesariamente publicados este año), los que más me han gustado, esos que, al llegar a la última página, me hicieron caer en un estado de angustia y desazón (¿y ahora qué leo?, ¿qué libro voy a escoger después de lo que me ha impresionado este?).
Como, por otra parte, no quiero decidir la prioridad entre ellos, los citaré en orden alfabético, según el apellido de los autores. Maalouf, Martínez de Lezea, Rushdie, Torrente Ballester.
Toca, por tanto, empezar por Amin Maalouf y su última brillante obra, Los desorientados (Alianza, 2012). El protagonista de Los desorientados, Adam, regresa a su indeterminado país natal en Oriente Medio, tras un cuarto de siglo de exilio. La búsqueda de las raíces se convierte en un canto a la pluralidad, a la utopía, a la vez que en un profundo análisis del conflicto entre Oriente y Occidente. La técnica, impecable, combina al narrador en tercera persona, omnisciente, con los flash-backs en primera persona del diario de Adam, todo ello aderezado con un excelente uso de los diálogos y el género epistolar, que el autor emplea con gran acierto para retratar a los distintos personajes y sus conflictos.
Un estilo por completo distinto es el de Toti Martínez de Lezea en su último libro, Mareas (Ttartalo, 2012). Este torrente narrativo que es la autora vasca, cautiva a los lectores con treinta y cinco relatos que hablan de la Historia, pero no de la que escriben los cronistas oficiales, llenos de reyes, generales y grandes acontecimientos, sino de la historia pequeña, la nuestra, la de la gente de a pie, la que nunca se escribe pero forja a los pueblos. Lo hace, además, a través de un personaje único y múltiple, La Mujer, en concreto la de la costa, indiscutible protagonista. El capítulo introductorio, titulado precisamente “La otra historia”, emociona e imprime carácter a todo lo que sigue.
Llega el turno de Salman Rushdie y su libro de memorias, titulado Joseph Anton (Mondadori, 2012). Pienso que Joseph Anton debería ser lectura obligatoria para filósofos, escritores, periodistas y amantes de la libertad en general. Narra, con pulcritud británica (y en tercera persona, lo cual se agradece, porque así el libro se aleja del toque melodramático que pueden tener unas memorias en primera persona), la vida secuestrada y la lucha que duró nueve años, desde que un jefe de Estado decidió decretar que había que asesinar al autor de un libro. La eterna guerra entre el poder y la libertad de pensamiento y expresión, simbolizada en la batalla de Rushdie. Su caso fue único, porque era súbdito británico, pero, ¿qué ocurre con todos los artistas, creadores, activistas, periodistas, que son encarcelados, asesinados y perseguidos por su pensamiento en muchos lugares de la Tierra?
Por último, llegamos a la “T” de Gonzalo Torrente Ballester, para mí “el Maestro”, y los Fragmentos del Apocalipsis (Punto de Lectura, 2007). Es un libro hecho de retazos que le sobraron de La Saga-Fuga de JB, y que hiló de manera magistral en forma de diario de trabajo del escritor de la novela. Esto sí que es metaliteratura de la buena, desternillante, sarcástica, en la que el autor se convierte a sí mismo en personaje y crea un alter-ego femenino, que hace las veces de crítica feroz del proceso creativo; ambos, además, se ven envueltos en una historia no deseada, escrita a su vez por uno de los personajes secundarios, que se le desmanda al autor. Divertido, esperpéntico en ocasiones, mágico siempre, es una de las grandes obras del Maestro don Gonzalo.
Estos cuatro son los libros de los que más he disfrutado este año, pero hay otros también recomendables, por supuesto, como la Historia de una granja africana, de Olive Schreiner (Milrazones, 2012), La piel fría, de Albert Sánchez Piñol (Edhasa, 2012 —autor que acaba de publicar una novela histórica que aún no he leído, pero es digna de mención, Victus, editado por La Campana—), El perseguido, de Daniel Guebel (El Desvelo, 2012) o Vendrá la muerte y tendrá sus ojos, de Alfredo Baranda (Kattigara, 2012). Todos ellos son obras a las que merece la pena dar una oportunidad.
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