miércoles, 2 de diciembre de 2015

Fallece Fatema Mernissi, gran pensadora y luchadora del feminismo

Ayer me desperté con la noticia de la muerte de Fatema Mernissi, una de las grandes intelectuales y luchadoras por la igualdad. Sus obras influyeron notablemente en mi novela El mundo inmenso, sobre todo en la configuración de Seljuk, la protagonista. Me habría gustado hacerle llegar un ejemplar, e incluso le envié un email a su agente, pero ha sido tarde.
En esa misiva le comentaba que, cuando empecé a trabajar con Seljuk, pensé que la mayor parte de los lectores occidentales sin duda pensarían que era un personaje inverosímil. ¿La razón? Que Seljuk es una mujer fuerte, ha recibido una excelente educación y piensa que vive en una prisión de oro. Para la idea general del lector occidental, esto era imposible en la Europa medieval, así que mucho menos en el mundo islámico.
De hecho, muchos lectores (hombres y mujeres) me han preguntado sobre esta cuestión, y suelo utilizar para responder referencias sobre los libros de Fatema Mernissi. El harén en Occidente o Las sultanas olvidadas suelen estar muy presentes en mis charlas y en los encuentros con lectores. También llevo en mi bolso, para estos eventos, El diwan de las poetisas de Al-Andalus de Teresa Garulo, una monografía sobre las poetas andalusíes de los siglos IX a XIII que sorprende.
La lectura de la obra de Fatema Mernissi, en especial de El harén en Occidente (me encanta el título en inglés, Sherezade Goes West) supuso para mí una auténtica bofetada que cambió mi perspectiva respecto a muchas ideas preconcebidas.
Con un estilo narrativo ágil, fluido, ameno, su crítica acerada de la situación de la mujer no se ciñe al mundo islámico, sino también al cristiano-occidental. En El harén en Occidente hace un análisis del sustrato ideológico, social y cultural de las desigualdades entre hombre y mujer.
Las barreras infranqueables para la mujer en el mundo islámico son físicas, es un control del espacio de la mujer, su expulsión de la esfera pública; ¿la causa?, que consideran a la mujer como peligrosa para el poder establecido. En un principio el islam proclama la igualdad, de modo que la discriminación en razón del sexo no tiene su origen en el Corán, sino en la "Shari'a", es decir, la ley inspirada en el Corán. Según dice esta estudiosa, "incluso los reaccionarios más extremistas nunca afirman que las mujeres son inferiores", y los velos, los muros y la exclusión de la mujer se basan en que "en el Islam, como sistema legal y cultural, se considera que el poder femenino es un elemento imposible de controlar". Las mujeres perciben su situación como injusta, y la aceptan o se rebelan en mayor o menor medida en función de sus posibilidades económicas, culturales y religiosas.
En la cultura del mundo cristiano occidental, en cambio, el punto de partida de las desigualdades es la consideración de la mujer como inferior, "sexo débil", consideración tan imbricada en la sociedad que las propias mujeres la comparten, aunque siempre en mayor o menor medida, en función también de sus circunstancias y evolución. Esta consideración de la "debilidad femenina" ha llevado a Occidente a imponer un "chador invisible": la imagen idealizada de lo que "debe ser" una mujer, extendida a todos los rincones de nuestra psique personal y social por la publicidad y la moda. 
Dice Mernissi que "a diferencia del hombre musulmán, que establece su dominación por medio del uso del espacio (excluyendo a la mujer de la arena pública), el occidental manipula el tiempo y la luz. Este último afirma que una mujer es bella sólo cuando aparenta tener catorce años. Al dar el máximo de importancia a esa imagen de niña y fijarla en la iconografía como ideal de belleza, condena a la invisibilidad a la mujer madura. (...) El occidental congela con focos e imágenes publicitarias la belleza femenina en forma de niñez idealizada y obliga a las mujeres a percibir la edad, es decir, el paso natural de los años, como una devaluación vergonzante. (...) Al ensalzar sólo a la mujer prepubescente, el hombre occidental impone otra clase de velo a las mujeres de mi edad, nos tapa bien con el chador de la fealdad. (...) Debido a que las industrias de la cosmética y de la moda no son más que la punta del iceberg, da la sensación de que la predisposición de las mujeres a asumir los dictados impuestos por aquellas es una actitud que no les exige esfuerzo alguno, como si fuera natural. (...) El estar constantemente recordándole a una mujer en un espacio público su apariencia física [a través de la publicidad omnipresente] la desestabiliza emocionalmente, debido a que la reduce a mero objeto de exposición."
Son sólo extractos. Recomiendo el libro completo, que además es muy entretenido, porque Fatema Mernissi es una gran narradora (podéis también enfrascaros en el delicioso libro Sueños en el umbral)
Transcribo por último los dos párrafos finales de El harén en Occidente, libro que toma como punto de partida, precisamente, un viaje a Europa que hizo la autora, y en el que quiso entrar a un comercio a comprar una falda, porque la que llevaba era de lana y hacía demasiado calor. No la consiguió, porque las delgadísimas dependientas le indicaron que no había ropa para mujeres de su talla. "¿Y qué es eso de la talla"?, se preguntó Fatema.
"-¡Gracias, Alá, por ahorrarme la tiranía del harén de la talla treinta y ocho! -murmuraba sin cesar, en mi asiento del vuelo entre París y Casablanca. Estaba deseando llegar a casa-. Menos mal que el profesor Benkiki no sabe nada de tallas. Y, menos aún, de la talla treinta y ocho. ¡Qué espanto si a los fundamentalistas les diera por imponer no sólo el velo, sino también la talla treinta y ocho!
¿Es posible organizar una manifestación política creíble y salir a las calles a protestar y gritar que se nos han pisoteado los derechos humanos porque no es posible encontrar la falda que una busca?"

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