No sé si 'El mundo inmenso' es una novela de aventuras, si es una novela histórica o una novela iniciática, pero lo de que estoy seguro es que es una gran novela, llena de emoción y de sentido, magníficamente escrita. Aura Tazón tiene una voz peculiar y personal. Una novela que no puedes dejar de leer.Así encabeza su crítica de mi novela Antonio Martínez Asensio, en su blog Tiempo de silencio, uno de los blogs de la web de Antena 3 TV. La reseña completa pinchando en este enlace.
sábado, 26 de septiembre de 2015
"El mundo inmenso" en el blog de Antonio Martínez Asensio, en Antena 3
martes, 8 de septiembre de 2015
Entrevista en El Mundo Baleares
Hoy, en El Mundo de Baleares, estupenda entrevista a cargo de Andreu Vidal, con motivo de la publicación de "El mundo inmenso".
http://www.elmundo.es/baleares/2015/09/08/55eeea17268e3e67508b4587.html
http://www.elmundo.es/baleares/2015/09/08/55eeea17268e3e67508b4587.html
domingo, 6 de septiembre de 2015
"El mundo inmenso" según mi rockero favorito
Felipe Bulnes no es famoso, ni falta que le hace para ser un buen vocalista de rock. Es el cantante y letrista principal de "La Fiebre", una banda cuyo disco suena desde hace años en mi coche, vuelta y vuelta. Rock contundente, con letras ricas y cuidadas. Lo más probable es que no hayas oído hablar de ellos, pero te recomiendo que los escuches y que, si puedes, te acerques a uno de sus conciertos. Felipe Bulnes es, además, un gran lector, sibarita en el gusto, escogido con los títulos y autores (lo sé bien, pues fui durante un tiempo su librera de confianza). Hoy he tenido el honor de merecer una extensa crítica de lectura de "El mundo inmenso", y la comparto ahora con vosotros.
Muy buenas, Aura. Me ha encantado “El mundo inmenso”. Lo he disfrutado como se disfrutan los buenos libros, es decir, sin darme cuenta de la hora, deseando saber qué pasa a continuación y con la pena de que no fuera un poco más largo. La novela histórica (aceptando la convención de que existe la novela histórica, porque al final no es más que novela con un trasfondo) es un género bastante peligroso. A mí, por ejemplo, me atrae mucho la antigua Roma, sobre todo lo que tiene que ver con la dinastía Julio-Claudia. Así que he disfrutado como un gorrino la obra de Robert Graves, porque no son novelas sobre Roma, que también, sino sobre el poder, la codicia, el valor, el orgullo, el deseo… Y me he aburrido mortalmente (de hecho acabé leyendo en diagonal) con Santiago Posteguillo, un auténtico ladrillo plagado de erudición, eso sí, pero indigerible. Porque ése es uno de los peligros: que el autor haya llevado a cabo una ingente labor de documentación (lógico) y que quiera demostrarlo (qué miedo). Para que diez páginas sobre el sistema de alcantarillado o casi sesenta sobre el desarrollo táctico de la batalla de Zama (ahí casi me muero) atrapen al lector, hay que tener una gracia especial. O mejor aún, ser consciente de que hay que podar.
Y ésa es una de las grandes virtudes de “El mundo inmenso”: la labor de documentación y el conocimiento sobre un momento y un lugar están ahí, pero no molestan, fluyen dentro de la novela sin dar el cante. Eso me ha parecido un enorme acierto. Vale que yo no soy un especialista en el siglo XV en Turquía o en China, y que si hay algún anacronismo me lo voy a comer con patatas y tan contento, pero el caso es que la trama histórica no chirría, no hace agua en ningún momento. Y no tratas de educar al lector (o no conscientemente), las explicaciones, cuando son necesarias, están perfectamente integradas. Si hay algo que me molesta especialmente son esas conversaciones en las que dos personajes mantienen un diálogo de besugos para dar cuenta de un detalle histórico que a lo mejor se le puede escapar al lector. Imagina que alguien escribe en el futuro una novela ambientada a principios del siglo XXI en Madrid:
- ¿Te apetece una caña?
- ¿Una caña?
- Sí, en la mayoría de los bares existen unos artilugios con forma de grifo mediante los cuales se sirve cerveza refrigerada a través de un serpentín. Es muy placentera, sobre todo cuando hace calor.
Llegados a este punto, si el autor quiere dar rienda suelta a su erudición (y ya de perdidos al río), es posible que incluso haga que uno de los personajes (que, ojo, se supone que viven en Madrid y son contemporáneos de la época de la novela) pregunte “¿y qué es la cerveza?”. Ahí no queda más remedio que estampar el libro contra la pared y salir a tomar algo. Bueno, pues eso no pasa en “El mundo inmenso”, no tratas al lector como si fuera idiota. Me encanta.
En cuanto al argumento, si alguien me hubiera hablado de un libro que trata de una princesa turca que viaja a América antes que Colón y acaba establecida en China, hubiera pensado: qué huevos. Pero si algo destila “El mundo inmenso” es verosimilitud. Me da igual lo que me cuentes, hago ese pacto con el autor, estoy dispuesto a tragarme cualquier giro argumental, como si quieres sacar fantasmas o a Batman, pero, por favor, que sea verosímil, que no se vean las costuras. Y eso “El mundo inmenso” lo consigue de sobra, algo dificilísimo, teniendo en cuenta el argumento. Sobresaliente.
Otra cuestión fundamental: te atienes a la mentalidad colectiva de una época (insisto, no soy un especialista, pero creo que es así). Me molesta profundamente cuando se plasman maneras de pensar modernas en un contexto de otra época, casi siempre en aras de la corrección política. Vamos a ver: un hidalgo español del siglo XVII no se da una vuelta por Toledo diciéndole a sus amigos: “He aquí a mi hijo Hernán. Es homosexual, pero no me importa, lo quiero por cómo es, no por su orientación sexual”. Esto sólo puede funcionar en un guión de José Luis Cuerda. Vale, estoy exagerando, pero en ocasiones te encuentras cosas parecidas.
Sobre el estilo no puedo pronunciarme, nunca lo he tenido claro, eso casi mejor se lo dejo a tu padre, sólo sé lo que me gusta y lo que no, y el tuyo me gusta mucho. Lo único que puedo decir es que tu escritura fluye, no se me ha hecho pesada en ningún momento, cuentas de forma precisa (y muy bonita, musical) lo que quieres decir.
Y, finalmente, algo que no se puede olvidar: es una magnífica novela de aventuras. Sí, de aventuras, con tormentas en el mar, con abordajes piratas, con peleas a espada, con amores, traiciones… Un libro que también recomendaría sin dudar a un chico de catorce años.
En fin, no te doy más la paliza. Enhorabuena, Aura, me parece una obra redonda. Espero con ganas tu próximo libro.
Un beso.
Muy buenas, Aura. Me ha encantado “El mundo inmenso”. Lo he disfrutado como se disfrutan los buenos libros, es decir, sin darme cuenta de la hora, deseando saber qué pasa a continuación y con la pena de que no fuera un poco más largo. La novela histórica (aceptando la convención de que existe la novela histórica, porque al final no es más que novela con un trasfondo) es un género bastante peligroso. A mí, por ejemplo, me atrae mucho la antigua Roma, sobre todo lo que tiene que ver con la dinastía Julio-Claudia. Así que he disfrutado como un gorrino la obra de Robert Graves, porque no son novelas sobre Roma, que también, sino sobre el poder, la codicia, el valor, el orgullo, el deseo… Y me he aburrido mortalmente (de hecho acabé leyendo en diagonal) con Santiago Posteguillo, un auténtico ladrillo plagado de erudición, eso sí, pero indigerible. Porque ése es uno de los peligros: que el autor haya llevado a cabo una ingente labor de documentación (lógico) y que quiera demostrarlo (qué miedo). Para que diez páginas sobre el sistema de alcantarillado o casi sesenta sobre el desarrollo táctico de la batalla de Zama (ahí casi me muero) atrapen al lector, hay que tener una gracia especial. O mejor aún, ser consciente de que hay que podar.
Y ésa es una de las grandes virtudes de “El mundo inmenso”: la labor de documentación y el conocimiento sobre un momento y un lugar están ahí, pero no molestan, fluyen dentro de la novela sin dar el cante. Eso me ha parecido un enorme acierto. Vale que yo no soy un especialista en el siglo XV en Turquía o en China, y que si hay algún anacronismo me lo voy a comer con patatas y tan contento, pero el caso es que la trama histórica no chirría, no hace agua en ningún momento. Y no tratas de educar al lector (o no conscientemente), las explicaciones, cuando son necesarias, están perfectamente integradas. Si hay algo que me molesta especialmente son esas conversaciones en las que dos personajes mantienen un diálogo de besugos para dar cuenta de un detalle histórico que a lo mejor se le puede escapar al lector. Imagina que alguien escribe en el futuro una novela ambientada a principios del siglo XXI en Madrid:
- ¿Te apetece una caña?
- ¿Una caña?
- Sí, en la mayoría de los bares existen unos artilugios con forma de grifo mediante los cuales se sirve cerveza refrigerada a través de un serpentín. Es muy placentera, sobre todo cuando hace calor.
Llegados a este punto, si el autor quiere dar rienda suelta a su erudición (y ya de perdidos al río), es posible que incluso haga que uno de los personajes (que, ojo, se supone que viven en Madrid y son contemporáneos de la época de la novela) pregunte “¿y qué es la cerveza?”. Ahí no queda más remedio que estampar el libro contra la pared y salir a tomar algo. Bueno, pues eso no pasa en “El mundo inmenso”, no tratas al lector como si fuera idiota. Me encanta.
En cuanto al argumento, si alguien me hubiera hablado de un libro que trata de una princesa turca que viaja a América antes que Colón y acaba establecida en China, hubiera pensado: qué huevos. Pero si algo destila “El mundo inmenso” es verosimilitud. Me da igual lo que me cuentes, hago ese pacto con el autor, estoy dispuesto a tragarme cualquier giro argumental, como si quieres sacar fantasmas o a Batman, pero, por favor, que sea verosímil, que no se vean las costuras. Y eso “El mundo inmenso” lo consigue de sobra, algo dificilísimo, teniendo en cuenta el argumento. Sobresaliente.
Otra cuestión fundamental: te atienes a la mentalidad colectiva de una época (insisto, no soy un especialista, pero creo que es así). Me molesta profundamente cuando se plasman maneras de pensar modernas en un contexto de otra época, casi siempre en aras de la corrección política. Vamos a ver: un hidalgo español del siglo XVII no se da una vuelta por Toledo diciéndole a sus amigos: “He aquí a mi hijo Hernán. Es homosexual, pero no me importa, lo quiero por cómo es, no por su orientación sexual”. Esto sólo puede funcionar en un guión de José Luis Cuerda. Vale, estoy exagerando, pero en ocasiones te encuentras cosas parecidas.
Sobre el estilo no puedo pronunciarme, nunca lo he tenido claro, eso casi mejor se lo dejo a tu padre, sólo sé lo que me gusta y lo que no, y el tuyo me gusta mucho. Lo único que puedo decir es que tu escritura fluye, no se me ha hecho pesada en ningún momento, cuentas de forma precisa (y muy bonita, musical) lo que quieres decir.
Y, finalmente, algo que no se puede olvidar: es una magnífica novela de aventuras. Sí, de aventuras, con tormentas en el mar, con abordajes piratas, con peleas a espada, con amores, traiciones… Un libro que también recomendaría sin dudar a un chico de catorce años.
En fin, no te doy más la paliza. Enhorabuena, Aura, me parece una obra redonda. Espero con ganas tu próximo libro.
Un beso.
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